Normalmente suelo merendar cosas más normales: algún dulce, un bocadillo o galletas de chocolate; pero hace un par de días se me ocurió tomar algo más inusual que me apetecía en ese momento: queso blando de cabra y nueces; acompañado de un vaso de batido de chocolate (eso que no falte, jeje, admito ser fan del batido de chocolate ;) ); pero no fue lo único distinto... Pues bien, terminándome ya el vaso de batido, noté un grumo huidizo entre la dentadura superior y los labios algo repugnante. Lo cierto es que me da bastante asco encontrarme un grumo en un vaso de líquido; aunque muchas veces cuando se está terminando una botella de batido o no se ha removido bien es posible que se forme alguno. Nada más notarlo, y casi de forma automática, separé el vaso de mis labios dejando el grumo en el borde. Después de eso me quedé mirándolo fijamente unos segundos, hasta que reconocí que aquél grumo era un tanto especial: ¡¡tenía unas finas patitas alrededor que se movían...!! ¡¡Era un bicho!! Puaj!!
Después de ese terrible descubrimiento fui consciente de que ese bicho había estado en mi boca; y es más, ¡se había bañado en el batido que luego me había bebido tan gustosamente! ¡Y me había bebido el vaso entero! Estrujé al desagradable bichejo con una servilleta de papel y fui a lavarme los dientes.
Es curioso que uno nunca sabe cómo va a reaccionar en una situación determinada. Podemos tener una cierta idea, pero no deja de ser una de muchas otras hipótesis. Si me hubieran preguntado antes qué habría pasado en esa situación, hubiera contestado que se me revolvería el estómago. Pero nada de eso pasó: tranquilamente estrujé al invasor indeseable y me lavé los dientes. Eso sí, un poquillo de batido que quedaba en la botella de la que me había servido el vaso lo tiré por el fregadero, por si las moscas...
Después de ese terrible descubrimiento fui consciente de que ese bicho había estado en mi boca; y es más, ¡se había bañado en el batido que luego me había bebido tan gustosamente! ¡Y me había bebido el vaso entero! Estrujé al desagradable bichejo con una servilleta de papel y fui a lavarme los dientes.
Es curioso que uno nunca sabe cómo va a reaccionar en una situación determinada. Podemos tener una cierta idea, pero no deja de ser una de muchas otras hipótesis. Si me hubieran preguntado antes qué habría pasado en esa situación, hubiera contestado que se me revolvería el estómago. Pero nada de eso pasó: tranquilamente estrujé al invasor indeseable y me lavé los dientes. Eso sí, un poquillo de batido que quedaba en la botella de la que me había servido el vaso lo tiré por el fregadero, por si las moscas...
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