jueves, 21 de mayo de 2009

El genocidio del siglo XXI

Ayer me levanté con una horrorosa noticia: la minisitra de igualdad, Bibiana Aído, había afirmado que "un feto es un ser vivo, pero no un ser humano". Según ella, decir lo contrario no tiene ninguna base científica. Ya que determinadas personas hablan con autoridad sin saber amparándose en el cargo que ocupan (para el que han sido designados a dedo), permítame el lector a mí también hacerlo: desde el momento de la concepción, el cigoto que se forma al unirse un óvulo y un espermatozoide ya es vida; y esa vida, indudablemente es Humana. Y no existe ninguna evidencia científica que afirme lo contrario.

Otro debate distinto es el de la existencia del alma, que creo que es con el que se ha confundido la señora ministra de igualdad, y donde sí puede haber discrepancias.
Decía Carlos Herrera ayer por la mañana en Onda Cero que claro, que las mujeres embarazadas no saben si tendrán un perrito o un gatito. Lo bordó.


Un bebé no-nato tiene la misma dignidad, como ser humano que es, que cualquier otro que ya haya nacido. Yo misma nací tras 8 meses de gestación, ¿es que tenía en aquél momento menos dignidad que otra persona que hubiera nacido tras los 9 meses habituales? ¿Un feto de menos de 13 semanas no es humano y otro con 13 semanas y un día ya sí lo es? Por favor, dejémonos ya de chistes y barbaridades.


Ya que estoy, voy a comentar algún punto de la nueva ley que se está gestando. Eso de que las niñas con 16 años, sin capacidad para votar ni comprarse un paquete de tabaco o una litrona de cerveza, puedan abortar sin el consentimiento paterno (y además sin ni siquiera informarles) me parece una contradicción enorme. Que se rebaje la mayoría de edad o que se modifique la nueva ley del aborto sustituyendo los 16 años por los 18.

Otra importante cuestión de la nueva ley es que se está vendiendo el aborto como un derecho que aporta dignidad a la mujer (cuando matar nunca dignifica al ser humano), y como una decisión sobre su propio cuerpo. ¿Y qué pasa con el padre? ¿Es que el padre no lo es hasta que el niño nace? Por favor, que las mujeres no somos hermafroditas: se necesita un hombre y una mujer para producir un embarazo, y ambos deben ser igualmente responsables. A ver si cambia ya esa mentalidad de que los hijos son cosa de las mujeres. Aquí a apencar los dos desde el primer momento: el hombre y la mujer, que para eso un embarazo es la consecuencia de un acto común entre los dos (y no sólo de la mujer).


Por otra parte, estamos en la cultura de los derechos y del mínimo esfuerzo y nadie se acuerda de las responsabilidades. Siempre que se practica sexo hay posibilidades de embarazo, por muchos medios que se intenten poner. Si una pareja no puede asumir la responsabilidad sobre esa nueva vida si hay un embarazo, que mejor se dedique a jugar al parchis.

En lugar de patrocinar el asesinato, el gobierno debería apostar por la vida y proporcionar ayudas eficaces a estas madres adolescentes, para que tener un bebé no suponga truncar su vida. Las mujeres que abortan luego lo sufren durante toda su vida, y muchas lo hacen por falta de recursos económicos o por no tener que dejar de estudiar. Menos descuentos en coches y más ayudas para estas madres y padres, económicas e instrumentales (guarderías, apoyo, asesoramiento...).
Como no tengamos cuidado, éste será el genocidio del siglo XXI...


3 comentarios:

Frank Lhermitte dijo...

Personalmente intento respetar todas las vidas. Incluso las de insectos. De acuerdo con lo que has dicho y suerte con los comentarios que puedan llegar a tu blog :-)

Arixah dijo...

Paula, no coincido contigo en mi opinión sobre el aborto, pero los blogs son espacios para opinar y por ello me ha parecido oportuno escribirte.
Estoy de acuerdo contigo en que es necesario que los gobiernos se impliquen y destinen más ayudas económicas a las madres jóvenes (y no tan jóvenes).
Pero, ¿realmente crees que una chica con 16 años por mucho dinero que le de el Estado está preparada para ser madre? Ser madre no es un juego y requiere una madurez emocional y comportamental mucho mayor que la necesaria para practicar sexo.
Estoy trabajando en una barriada tachada de marginal y cada día veo críos cuyas madres tienen nuestra edad o son incluso más jóvenes. No estaban preparadas para ser madres y ahora no lo son. ¿por qué? ¿porque no quieren a sus hijos? No, porque simplemente la maternidad les pilló demasiado jóvenes. ¿y que ocurre con esos niños? Pues muchos de ellos presentan una gran falta de afecto y amor.
Tú y yo coincidimos en algo, pero lo vemos desde diferentes punto de vista. Para las dos lo importante es la felicidad y salud de esos niños. ¿pero cómo hacer feliz a un hijo que no has deseado? ¿cómo hacer feliz a alguien que viene para "romper" tu juventud?
Bueno, no me extiendo más, que como tú considero primordial una buena Educación Sexual para la prevención de embarazos, pero mientras tanto.. ¿qué hacer?

Paula 2.0 dijo...

Hola, Tania.
Me parece muy bien que hayas decidido contestar al post, muchas gracias por tu opinión.

Dices que los niños no deseados presentan una gran falta de afecto y amor y que rompen la juventud de las madres, y entiendo perfectamente lo que quieres decir; pero creo que no hay mayor falta de amor que quitar la vida a alguien (que no es una cosa, ni un proyecto, sino un ser humano con la misma dignidad que cualquier otro).
Para evitar tanto que estos niños no se sientan queridos como que las madres se queden sin juventud, yo propondría dar a esos bebés en adopción. Así las madres podrán vivir su vida y los niños también; y un día ambos se alegrarán y celebrarán ese amor que hizo posible a la madre luchar y al hijo vivir.
De todas formas, aunque muchas madres jóvenes reconocen lo mucho que han tenido que sacrificar en la vida a causa de su hijo, al final están contentas y su hijo es el mayor motor de su vida. Por ejemplo, en la facultad había una compañera que tenía una niña y estaba muy contenta con ella.

Por último, en mi opinión, educación sexual sí, pero siempre dentro de un marco de responsabilidad y asunción de las consecuencias de los propios actos.