lunes, 24 de marzo de 2008

Una fábula para el recuerdo


Cuando cumplí 8 años, mi abuelo me regaló este libro de fábulas de Samaniego. Ya tiene las páginas amarillas por el paso del tiempo, y está un poco ajado. Huele como las bibliotecas antiguas, y ese olor me encanta. Es como el olor que había en la biblioteca del colegio de los Salesianos, de las Palmas de Gran Canaria, donde cursé el primer año de primaria (creo que entonces aún era EGB) y el inicio del segundo. Allí mi hermano y yo ayudábamos a Don Luis en la biblioteca durante los recreos. Todos los demás chavales que le ayudaban eran mucho mayores que nosotros, y a mí me gustaba tener ese privilegio de pasearme entre aquellos libros con total libertad que los demás niños de mi edad no tenían. Recuerdo altas estanterías (quizás no eran tan altas, pero yo sólo tenía 6 añitos) y pasillos en penumbra por los que me gustaba perderme y explorar la diversidad de libros que allí había. Cada pasillo era como un pequeño y fascinante mundo por descubrir.
Bueno, todo esto me ha recordado el olor del libro que hoy he vuelto a sacar de mi estantería para compartirlo con vosotros.

Mi fábula favorita era "El Perro y el Cocodrilo". Sin querer me la aprendí de memoria, y aún puedo recitarla sin mucho esfuerzo. Os la transcribo a continuación:

Bebiendo un Perro en el Nilo,
al mismo tiempo corría.
"Bebe quieto", le decía
un taimado cocodrilo.
Díjole el Perro prudente:
"Dañoso es beber y andar;
pero, ¿es sano el aguardar
a que me claves el diente?"

¡Oh, qué docto Perro viejo!
Yo venero su sentir
en esto de no seguir
del enemigo el consejo.

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