viernes, 3 de octubre de 2008

Historias de vida

Llevo unos días sin escribir porque no estaba muy inspirada: no se me ocurría qué poner, y cuando se me ocurría, me parecía una chorrada. Por fin he pensado que de hoy ya no pasaba una nueva actualización en el blog, así que voy a comentar algo.

Esta mañana estuve unos 50 minutos en la cola del banco, y detrás mía había una señora de 71 años que me ha contado toda su vida, sus alegrías y sus penas, sus motivaciones y sus deseos en ese pequeño espacio de tiempo, insignificante si se compara con el tiempo de vida que tenemos los seres humanos. La pobre mujer se casó con 21 años y se quedó viuda con 34, quedándose sola con los 6 niños que por entonces ya tenía. El marido, un perito que estudiaba en un edificio alrededor del que la mujer jugaba por aquel entonces, tenía 6 años más que ella. Desde que él falleció, la señora vive sola en su casa, aunque se "queja" de no estar sola nunca, pues tiene 12 nietos (y uno más en camino que nacerá en Noviembre), y casi siempre hay alguien que se queda a comer en su casa o tiene algún niño que cuidar durante el día. Sobre todo, echa de menos no tener tiempo para ella y viajar, aunque de vez en cuando participa en los viajes del inserso con una prima suya. Algo que me llamó muchísimo la atención en la mujer era el cariño con que me hablaba, y que no tenía apenas arrugas y su aspecto aparentaba al menos una decena de años menos.
También me estuvo contando cómo ha cambiado su barrio desde que era una niña, cómo era todo antes y cómo empezaron a construir los primeros edificios de las que ahora son las principales calles del barrio. Dice que antes había muchas más cosas en el barrio, que ya han quitado todos los cines (de verano y de invierno, me nombró todos y las calles en las que estaban) para construir bloques de pisos. Parece que los mayores no tienen muchas formas de divertirse tal y como están las cosas hoy en día. Me contó que tiene previsto hacer un viaje en primavera, ojalá lo pase muy bien.

La señora me hizo pensar en lo rápido que se pasa la vida, y que en cuanto quiera darme cuenta, yo estaré donde estaba ella en ese momento, de vuelta y con una larga historia que contar; y otra persona ocupará mi lugar (aunque quizás yo guarde silencio, jeje). También se me hizo presente que todas las personas tienen una historia que contar, cada una con sus luchas y sus motivaciones, y pensé: "¿A dónde van todas esas historias cuando uno muere?" Quizás es por eso que a las personas mayores siempre les gusta contar su historia de vida, porque saben que así, al menos, perdurará algo más de tiempo en la mente de otra persona.
Y bueno, hoy desde aquí, realizo este pequeño homenaje a esa señora del banco tan agradable y luchadora, esperando que le vaya muy bien en el resto de su camino.


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