Rima XLV
En la clave del arco mal seguro
cuyas piedras el tiempo enrojeció,
obra de cincel rudo campeaba
el gótico blasón.
Penacho de su yelmo de granito,
la yedra que colgaba en derredor
daba sombra al escudo en que una mano
tenía un corazón.
A contemplarle en la desierta plaza
nos paramos los dos.
Y, ese, me dijo, es el cabal emblema
de mi constante amor.
¡Ay! Es verdad lo que me dijo entonces:
Verdad que el corazón
lo llevará en la mano... en cualquier parte...
pero en el pecho no.
G.A. Bécquer
Rima LXX
¡Cuántas veces al pie de las musgosas
paredes que la guardan,
oí la esquila que al mediar la noche
a los maitines llama!
¡Cuántas veces trazó mi silueta
la luna plateada
junto a la del ciprés, que de su huerto se asoma por las tapias!
Cuando en sombras la iglesia se envolvía de su ojiva calada
¡cuántas veces temblar sobre los vidrios
vi el fulgor de la lámpara!
Aunque el viento en los ángulos oscuros
de la torre silbara,
del coro entre las voces percibía
su voz vibrante y clara.
En las noches de invierno, si un medroso por la desierta plaza
se atrevía a cruzar, al divisarme el paso aceleraba.
Y no faltó una vieja que en el torno
dijese a la mañana,
que de algún sacristán muerto en pecado
acaso era yo el alma.
A oscuras conocía los rincones
del atrio y la portada;
de mis pies las ortigas que allí crecen
las huellas tal vez guardan.
Los búhos, que espantados me seguían
con sus ojos de llamas,
llegaron a mirarme con el tiempo
como a un buen camarada.
A mi lado sin miedo los reptiles
se movían a rastras,
¡hasta los mudos santos de granito
creo que me saludaban!
G.A. Bécquer
Hay por ahí más indicios entre sus rimas, pero son más sutiles y no tan claros como en éstas dos, jeje.
No sé si es que tenía mucha imaginación o el pobre era un desgraciado en el amor, porque siguiendo sus rimas, parece que se enamoró varias veces y ninguna de ellas llegó a buen puerto.
Me encanta Bécquer, el sentimiento que consigue hacer brotar de sus versos que hace que te solidarices con él; su transparencia a la hora de expresarse; que cuenta realmente cosas, no como otros, que lo único que hacen es un conglomerado de palabras sin sentido (como si fueran esquizofrénicos en pleno brote psicótico, jeje); y bueno, ese aire enigmático que arrastran sus versos y no te deja indiferente.
No sé si es que tenía mucha imaginación o el pobre era un desgraciado en el amor, porque siguiendo sus rimas, parece que se enamoró varias veces y ninguna de ellas llegó a buen puerto.
Me encanta Bécquer, el sentimiento que consigue hacer brotar de sus versos que hace que te solidarices con él; su transparencia a la hora de expresarse; que cuenta realmente cosas, no como otros, que lo único que hacen es un conglomerado de palabras sin sentido (como si fueran esquizofrénicos en pleno brote psicótico, jeje); y bueno, ese aire enigmático que arrastran sus versos y no te deja indiferente.
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