Hace un par de días me encontré por la calle este árbol tan extraño. Lo raro en él es una rama que, en lugar de crecer hacia arriba como hacen normalmente las ramas de los árboles, ha crecido hacia el suelo y luego ha vuelto a elevarse hacia el cielo, formando este inusual bucle. ¿Cómo es posible que se dé una cosa así? La verdad es que la naturaleza es tan milimétricamente perfecta que parece un milagro tanto normalmente como cuando ocurre algo excepcional.
Quizás otras ramas que salían de este brazo pesaban demasiado e hicieron que el crecimiento se orientara hacia el suelo, y al cortarlas, el árbol volvió a dirigirse hacia el cielo. ¡Hay que ver lo que nos parecemos todos los seres vivos! Lo mismo ocurre con muchas personas que se desorientan y se pierden, pero luego consiguen encontrar de nuevo el camino para seguir progresando. Aunque algunas ramas (=personas) se tuercen y el peso de las prolongaciones que surgen a partir de ellas les lleva inexorablemente a estamparse contra el suelo.
En algún lugar de este blog he dicho que la libertad no existía, aunque me refería más bien a las trabas que nos ponemos unos a otros: los seres humanos somos potencialmente libres para construirnos a nosotros mismos: cada uno de nuestros actos (como cada milímetro del crecimiento de la rama de un árbol) va configurando nuestro ser; y las elecciones que hacemos a lo largo de nuestra vida, por mínimas que sean, nos van llevando por un camino que no se puede desandar; por lo que, si te equivocas demasiadas veces seguidas y no pones remedio, corres el riesgo de que la rama ya pese demasiado y no sea posible redirigirla hacia arriba: el golpetazo contra el suelo será entonces inevitable.
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