Quizás otras ramas que salían de este brazo pesaban demasiado e hicieron que el crecimiento se orientara hacia el suelo, y al cortarlas, el árbol volvió a dirigirse hacia el cielo. ¡Hay que ver lo que nos parecemos todos los seres vivos! Lo mismo ocurre con muchas personas que se desorientan y se pierden, pero luego consiguen encontrar de nuevo el camino para seguir progresando. Aunque algunas ramas (=personas) se tuercen y el peso de las prolongaciones que surgen a partir de ellas les lleva inexorablemente a estamparse contra el suelo.
En algún lugar de este blog he dicho que la libertad no existía, aunque me refería más bien a las trabas que nos ponemos unos a otros: los seres humanos somos potencialmente libres para construirnos a nosotros mismos: cada uno de nuestros actos (como cada milímetro del crecimiento de la rama de un árbol) va configurando nuestro ser; y las elecciones que hacemos a lo largo de nuestra vida, por mínimas que sean, nos van llevando por un camino que no se puede desandar; por lo que, si te equivocas demasiadas veces seguidas y no pones remedio, corres el riesgo de que la rama ya pese demasiado y no sea posible redirigirla hacia arriba: el golpetazo contra el suelo será entonces inevitable.
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