Antes solía pensar que la vida era como un libro, más bien como un diario, en cuyas páginas uno va grabando su experiencia, unas veces más rápido y otras más despacio. Solía pensar que ese libro, cuyas páginas podíamos leer en nuestra memoria (a excepción de las que se habían vuelto demasiado amarillentas y borrosas con el paso del tiempo), estaba dividido en capítulos que delimitaban cada una de las partes de nuestra vida, todos ellos con un principio y un final.
Pero hoy analizo la experiencia que tengo de las cosas, y creo que estaba equivocada, que los finales no existen: sólo hay principios. Siempre que se alcanza una meta, eso no significa que algo se termine, sino que otra cosa nueva empieza. Por ejemplo, sacarse el carnet de conducir no significa tanto dejar de dar clases de coche como empezar a conducir; terminar una carrera no significa finalizar los estudios, sino comenzar una profesión; que oscurezca no significa que el día se acabe, sino que empieza la noche... Así que los finales no existen, sino que las cosas se van sustituyendo por otras a lo largo de la vida. Y cada uno de los capítulos del libro vital, o de las facetas de nuestra vida, sigue abierto y escribiéndose durante todos los días sin fin. Y otra diferencia es que ese libro, cada vez, tiene más capítulos activos.
1 comentario:
Pues sí. Qué rayote!!
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