-Yo soy ardiente, yo soy morena,
yo soy el símbolo de la pasión,
de ansia de goces mi alma está llena.
¿A mí me buscas?
- No es a ti, no.
-Mi frente es pálida, mis trenzas de oro:
puedo brindarte dichas sin fin,
yo de ternuras guardo un tesoro
¿A mí me llamas?
- No, no es a ti.
-Yo soy un sueño, un imposible,
vano fantasma de niebla y luz;
soy incorpórea, soy intangible:
no puedo amarte.
-¡Oh, ven, ven tú!
(Rima XI, G.A. Bécquer)
Ay, Gustavo, ¡que a mí me sucede lo mismo que a ti!
¡Cómo me gustaría poder consolarte
¡Cómo me gustaría poder consolarte
y al mismo tiempo derramar sobre tu hombro
estas lágrimas que no se resignan a salir!
Ay, Gustavo, ¡que mi alma llora
Ay, Gustavo, ¡que mi alma llora
y mi boca sonríe embrujada!
Qué muerte tan lenta y dulce
Qué muerte tan lenta y dulce
es ésta que compartimos
anhelando aquello que es imposible,
teniendo bien presente con completa seguridad
que esta emoción que nos pierde
es única y verdadera,
y jamás habrá en esta vida
deseo tan puro y duradero
como éste que perseguimos
con necia y fiel ceguera.
Ay, Gustavo, ¡qué dolor tan inmenso!
Ay, Gustavo, ¡qué dolor tan inmenso!